Por. Isidoro Valenzuela

 No hay nada más delicado y de mayor riesgo que la pérdida de confianza hacia una persona o una institución.

En nuestro país se observa un punto de quiebre entre gobierno y ciudadanos y se puede esperar de todo, empezando con el desorden social que se refleja en sus inicios con movimientos de protesta en las calles y después acciones violentas y saqueos de negocios, como ya está sucediendo en algunas regiones de México.

Mucho cuidado deberán tener en el gobierno al momento de decidir qué hacer para volver al orden, y otro tanto quienes azuzan a la gente a protestar en su afán de crear condiciones que les allanen el camino hacia sus ambiciones personales o grupales, porque un exceso en sus acciones echará leña a la hoguera que pudiera incendiar a todo el país.

Es indudable y obvio que el aumento a las gasolinas y al diesel tendrá repercusiones graves en perjuicio de las empresas, cuyos dueños tendrán que buscar la manera de cómo sobrevivir en las nuevas circunstancias.

Los empresarios dirían que ya tienen varios años operando en condiciones adversas, pues el gobierno parece tener carencia de capacidad para facilitarles el desarrollo de las empresas y la prosperidad a la que tienen derecho, pues ninguno de ellos “trabaja por amor al arte”, sino aspirando a una mejor calidad de vida para sus familias.

Esta esperanza la están perdiendo, como sucede también con los agricultores, con los ganaderos, los pescadores y demás, que no sienten lo duro sino lo tupido desde el gobierno, en cuyo interior, desde la familia presidencial hasta secretarías, direcciones, cámaras legislativas, instituciones electorales, etcétera, se sirven con la cuchara grande y  viven en un mundo totalmente diferente, con sueldos exorbitantes que les permiten vidas de gran lujo y derroches escandalosos que han trascendido más allá de lo que ellos habrían deseado.

Es tanto el saqueo de las finanzas públicas que muchos de los que estaban participando sintieron vergüenza y decidieron mejor no recibirlos o bien entregarlos a familias necesitadas a través de alimentos y de gasolina.

En el gobierno de Enrique Peña Nieto, ante todo señalamiento que se les hace desde la sociedad, con pruebas en mano, optan por el silencio o corren a reunirse con sus asesores para pedirles un consejo o les elaboren un discurso que les permita justificar sus actos, en un intento desesperado por convencer de que sus decisiones de aumentos son en beneficio de los mexicanos y que deben soportarlos sin reclamar, como lo hizo el presidente Enrique Peña Nieto, preocupado seguramente por la movilización ciudadana que amenazaba la estabilidad de su gobierno.

En la mente de muchos mexicanos está la idea de que lo que debió haber dicho el señor Presidente Enrique Peña Nieto es que su gobierno necesita de más impuestos para él poder seguir comprando la complicidad de los legisladores y de los medios de comunicación y satisfacer las exigencias de su familia y colaboradores de su insaciable enriquecimiento.

El verdadero sentir social se está expresando en estos primeros días de enero. El silencio que se había mantenido en los meses anteriores y que se mantenía a duras penas a pesar de los informes de enriquecimiento inexplicable del grupo en el gobierno, de las manipulaciones electorales, y los abusos de poder en todo el país, ya no podía continuar.

Ahora los dirigentes de organizaciones empresariales en todos los niveles se están viendo obligados a reaccionar y encabezar movilizaciones y declaraciones de rechazo a las acciones recaudatorias puestas en marcha por el gobierno.

Desde el interior de los partidos políticos hay quienes están pintando su raya y se están deslindando de estos hechos, aclarando que, aunque en principio fueron cómplices al aprobar que el gobierno busque recaudar más dinero, ahora están arrepentidos y se muestran dispuestos a encabezar o participar en las acciones de protesta, pidiendo que se dé marcha atrás en las pretensiones de echarle más dinero a las arcas federales, estatales y municipales para enriquecer más a los gobernantes y sus colaboradores en los tres niveles, como es del dominio público.    

Sobre el por qué estos aumentos no se fueron dando gradualmente en los próximos 24 meses que le quedan al actual mandato, existe algunas versiones. Para algunos observadores de la política en nuestro país, esta decisión del gobierno federal es muy estratégica pues confía en la mala memoria de los mexicanos y que en dos años se olviden y vuelvan a apoyar  al PRI en la elección de 2018 cuando se elegirá a quien sustituirá a Enrique Peña Nieto.

Saben o intuyen que si lo hubieran hecho gradualmente o bien sorpresivamente en 2018 les hubiera creado condiciones adversas que les impediría llevar a un priista a la Presidencia.

Obviamente quieren seguir gobernando, aún cuando las condiciones les son adversas, pues evidentemente hay animadversión hacia el PRI y los dirigentes visibles enriquecidos debido a los excesos de poder, al saqueo de las arcas nacionales, a la corrupción escandalosa a la vista de todos. Sus excesos son tales durante más de siete décadas que ya no pudieron seguir ocultándolo, al grado tal que el  nivel de corrupción los mismos priistas terminaron por reconocer públicamente.

“El gasolinazo” de enero  de 2017 simplemente fue la gota que derramó el vaso de la paciencia de una sociedad reprimida física y sicológicamente.

Difícilmente la sociedad olvidará el tema del “gasolinazo” en los meses previos a la elección del próximo Presidente de México en 2018 y al PRI lo culpan directamente de este y otros actos calificados como excesos de gobierno y parte de la corrupción del gobierno de Enrique Peña Nieto.

En el escenario político se hacen conjeturas sobre qué persona, que grupo o qué partido político es el más beneficiado con estas acciones. Algunos apuestan a que será el PAN el partido que se fortalecerá y que por ello crece el encono y la lucha intestina en este partido que ya fue gobierno en dos sexenios, el primero con Vicente Fox Quesada y el segundo con Felipe Calderón Hinojosa, en los periodos que antecedieron a Peña Nieto.

Al interior del PAN se está proyectando fuertemente la figura de Margarita Zavala, esposa del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, pero al ver las posibilidades que tienen de volver a ser gobierno con el deterioro político de la actual administración priista, hay otras figuras dentro del panismo que también quieren, incluyéndose el propio dirigente nacional del partido blanquiazul, Ricardo Anaya.

En el mismo PRI surgen voces críticas que buscan deslindarse del gobierno de Peña Nieto que les excluyó aparentemente de su proyecto, como es el caso del sonorense Manlio Fabio Beltrones Rivera.

Para muchos el mayor beneficiado pudiera ser el tabasqueño líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador, quien ya expresó su interés en volver a figurar en las boletas electorales del próximo año, con la promesa de quitarle las pensiones a los ex presidentes, bajar los sueldos a los legisladores y a los funcionarios de gobierno y nacionalizar el casi privatizado Petróleos Mexicanos. En otras palabras, poner orden en el desorden. Hacer una reingeniería de país, regenerar los tejidos dañados y reconciliar y sanar las heridas que está dejando el PRI.

Al tiempo. 

 

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