Por: Sergio Ernesto Gómez López
A lo largo de la historia moderna de México ha habido una serie de políticas gubernamentales exitosas (las menos). Y ha habido un largo rosario de políticas fracasadas (las más). Tal vez usted piense que empiezo esta perorata de forma negativa, pero la eterna condición que tenemos de país “jodido” está siempre presente, y es la prueba de que las políticas que fracasan son las dominantes.
Una de ellas es la incorporación de mandos militares a los cuerpos policiacos civiles. No es una práctica novedosa, de hecho es algo que se hizo desde la etapa postrevolucionaria en nuestro país, basta recordar que gran número de Presidentes de la República habían sido generales (Elías Calles, Obregón, Cárdenas, Ávila Camacho, entre otros)…pero a la llegada de Miguel Alemán a Los Pinos, primer Presidente civil y para acabarla de amolar “licenciado”, los militares poco a poco fueron dejando de ser protagonistas del mundo político en nuestro país.
Es durante los 90s, durante la gestión de Oscar Espinoza Villarreal como Regente del entonces Distrito Federal y en el sexenio de Ernesto Zedillo como Presidente de la República, que llega al mando de la policía capitalina el General Enrique Salgado Cordero. Sustituía a David Garay un mando policiaco civil que de plano no pudo controlar el desgarriate que era la seguridad en la Ciudad más poblada del mundo. Se crearon muchas expectativas con la llegada de un militar a encargarse de la policía y el ejemplo cundió por todos lados. Pronto, en los gobiernos estatales y municipales del país, empezaron a arribar mandos militares a sus respectivos cuerpos policíacos. Lo irónico es que en la etapa de Salgado Cordero como mando militar-policiaco en el DF, fue cuando de plano se desbordó la delincuencia y la Delegación Iztapalapa y Colonias como la Buenos Aires fueron tomadas como referencia a nivel nacional en cuanto a robos, asaltos, secuestros, narcomenudeo y lo que a usted se le ocurra en relación al crimen.
Todo lo anterior vino a mi memoria con los acontecimientos que se han estado viviendo en los últimos tiempos en nuestro Estado y en nuestro municipio. Si la vista no me engaña, es evidente que en Culiacán mandan todos menos la policía, al atreverse a usar la Av. Álvaro Obregón como pista de carreras y “drifting” en su cruce con la Madero los dueños de lujosos autos deportivos. Fue una acción tipo: “ultimada madre me importa mente, Culiacán es mío y el centro de la ciudad está dentro de MI propiedad”. Por si fuera poco, salen imágenes de cámaras de video vigilancia en el Malecón de Altata, donde tipos fuertemente armados se pasean muy campantes platicando, tomando cerveza y escuchando su horrible música de banda (siempre presente en los grandes eventos). En ambos casos, uno puede ver todo, menos presencia policíaca. Es aquí donde me pregunto: ¿De qué sirven los mandos militares?
Que tengamos Tenientes, Coroneles, Capitanes, Generales en activo o en retiro no ha servido absolutamente para nada. ¿En verdad se siente usted más seguro desde que se puso de moda poner militares en la policía? ¿Ha notado alguna disminución en los índices delictivos desde que el Ejército o la Marina patrullan las calles? ¿Lee o escucha en las noticias que ya no recogen encobijados a la orilla de caminos y canales? ¿Ya disminuyeron los enfrentamientos a balazos en nuestra entidad?
Porque yo no, la violencia y la inseguridad siguen ahí, vivitas y tangibles. Creo que para lo único que han servido los mandos militares es para que los policías se manifiesten en contra de sus reglas internas y de los horarios de trabajo antinaturales que les imponen. De ahí en fuera, para nosotros los que no estamos ni armados ni coludidos con los “bad hombres” diría Trump; la cosa sigue exactamente igual (o peor), que antes del arribo de los militares a la policía. Y se me viene de nuevo a la cabeza la pregunta: ¿De qué sirven los mandos militares en la policía?
PENSAR ES GRATIS, NO HACERLO SALE CARÍSIMO.
PUBLICIDAD