Por: Iv Morales

“Sin maíz, no hay país”, una expresión muy recurrente entre los encumbrados políticos sentados en oficinas confortables en los estados de la República, en el Congreso de la Unión, en el Senado de la República y en los gobiernos municipales, estatales y en el gobierno federal. Se oye como si se burlaran de los campesinos.
La expresión se oye bien. Es pegajosa, pero a nadie parece importarle la situación de pobreza que viven los productores de este grano básico.
Esta es la realidad en la que vive México, y parece que nadie se quiere dar por enterado y hacerle justicia al campo que agoniza poco a poco.
Quienes producen ya no hallan que hacer para sobrevivir.
Conozco el campo. Crecí entre los surcos sembrados de maíz, frijol soya, cártamo, trigo y algodón.
Nadie me va a contar el ir y venir de los productores ejidales.
Nadie puede desmentir la realidad que siempre han vivido los campesinos de Sinaloa, y creo que de todo el país.
Año con año el mismo lamento de los campesinos. “Sacamos para pagar los créditos, para pagar el abarrote, y con eso ya es ganancia. A ver si el próximo año nos va mejor”.
¿Pero será siempre esa la realidad a la que tendrán que atarse los ejidatarios?
La esperanza estaba puesta en el actual gobierno que preside Andrés Manuel López Obrador, pero ya se está terminando su mandato, y nada, o muy poco hizo por la agricultura social.
Por lo que se ve, los campesinos tendrán que seguir esperando un gobernante que ponga orden en el campo, donde los insumos suben cada día sin ningún control, llámese fertilizantes, semillas, el agua para riego, los insecticidas, las maquilas para le preparación de la tierra y la siembra, los riegos, etcétera.
Nada más la cosecha de granos tiene precios bajos, restringidos, sujetos a las bolsas de granos del extranjero; los precios de los agro insumos están libres.
Muchos se hicieron multimillonarios como proveedores de agro insumos, como intermediarios en el mercado de granos, operando entre los productores y los grandes industriales.
Familias que nunca han sembrado una sola planta de maíz, de trigo, de frijol, de nada, disfrutan de una vida de opulencia. Grandes residencias, carros de agencia, joyas, viajes al extranjero por placer, por salud o por negocio.
No corren riesgos. No invierten, porque hasta reciben fiadas las cosechas, y las pagan cuando les viene en gana y al precio que quieren.
Sin maíz no hay país; sin frijol tampoco. Ambos granos son básicos para los mexicanos, pero este último se liberó de las cadenas que lo tenían sujeto a precios de burla, y los productores se fueron por la libre, hasta alcanzar un precio razonable, que les permitiera una cierta holgura y una regular ganancia. Aunque dicho sea de paso, los costos de producción se fueron para arriba, como las semillas y lo demás, en un mercado desordenado y voraz.
¿Los productores de maíz tendrán que hacer lo mismo que los frijoleros?
Recientemente se dio una lucha entre gobierno y productores maiceros, mendigando un precio con unos cuantos pesos más de lo que establecía el mercado. Una respuesta forzada les permitió a algunos de ellos unos pesos extras, pero se les desvanecieron entre las manos con el retraso en los pagos de las cosechas y el disque apoyo gubernamental, pues los intereses de sus créditos se los arrebataron.
Algunos productores vendieron más barato, pero con pago inmediato, y evitaron los recargos en los créditos, y salieron ganando. Tremenda e innegable realidad.
Este año, según información de mercado, el precio pagado al productor fue de 5 ml 210 pesos la tonelada; 1.7 por ciento menos en comparación con el año anterior, 2022.
La tortilla, el kilo se cotizó en 22.33 pesos, un incremento de 13 por ciento comparado con el año anterior. El precio del maíz bajó, y la tortilla, cuyo insumo principal es el maíz, elevó su precio.
Y así es como se mueve el mercado nacional e internacional, a falta de un rector que intervenga y haga justicia para los productores.
Según la bolsa de granos de Chicago, cuando se inician las siembras de maíz, los precios internacionales marcan una tendencia a la alza, pero cuando se está cosechando se desploma el mercado. Y este comportamiento es muy recurrente.
El kilo de maíz a 5.21 pesos, y la Maseca a 21.90 pesos el kilo, y el kilo de tortilla alcanza hasta los 24 pesos kilo.
A 5.21 pesos el kilo de maíz, y los Corn Flakes a 57.00 pesos la caja de 650 gramos.
El garbanzo a 89.80 pesos el kilo.
Frijol negro 68.90 pesos el kilo. Frijol mayocoba 35.90 pesos una bolsa de 900 gramos.
Kilo de arroz a 89.90 pesos el kilo.
Kilo de harina 18.90 pesos. La harina es un derivado del trigo.
Todos hacen dinero y se enriquecen con el campo, sin arriesgar nada, porque no siembran un solo grano.
Estoy seguro que si se le dijera a los industriales y a los agro negocios que ellos siembren la tierra, para que sepan lo que es esforzarse en todo el proceso de preparación, siembra, riego, combate de plagas, etcétera, se niegan.
Debo decirlo. Los productores de granos, como los maiceros que este último ciclo les fue como en feria, esperaban que el Presidente Andrés Manuel López Obrador volteara hacia el campo y pusiera orden en los industriales y los distribuidores de agro químicos, de modo que les diera un respiro con una ganancia justa.
El gobierno debe fungir como rector de la economía en el país, pero no ha querido comprometerse en esta responsabilidad.
Si los precios de los granos están sujetos estrictamente a los mercados extranjeros, como la bolsa de granos de Chicago, pues también deben sujetarse los precios de los agro insumos en general, para que los productores no sean sacrificados como siempre sucede.
Esa rectoría debe ejercerla el gobierno estatal y federal.
Tiene que ponerse orden en el campo, antes de que de plano los productores renuncien a esta actividad, o evitar que las nuevas generaciones no quieran seguir adelante en la agricultura, por incosteable.
López Obrador y su administración, tienen poco menos de un año para poner orden en la agricultura, donde no pierdan los industriales y los demás negocios que dependen del campo, pero donde también ganen los que producen, “los que se parten el lomo”, como dicen en mi pueblo.
Sería una acción de mucho peso político para cerrar muy bien su sexenio. Se queda de tarea. 

 

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