Por: Isidoro Valenzuela

Le va a ir bien a México durante la administración de Donald Trump. Hay aspectos de sus acciones de principio de mandato que envían mensajes en este sentido.

En vez de “poner el grito en el cielo” con espanto, mejor sería tranquilizarse y contar hasta 10 antes de hacer señalamientos encaminados a debilitar la imagen del nuevo inquilino de la Casa Blanca.

Quizá porque el señor Trump está rompiendo el molde en la forma de gobernar de sus antecesores y está pintando su raya e imprimiéndole un sello muy personal, está sorprendiendo al mundo, pero bien vale la pena asumir una postura diferente y escucharlo y tomar de él lo que mejor convenga a México, como él lo está haciendo con su país, pues asume el compromiso de defender lo que le corresponde defender; los intereses de sus representados.

Sirva estos renglones previos como apertura al tema central que atrae la atención del escribidor; El Tratado de Libre Comercio firmado por México con Estados Unidos y Canadá.

¿Qué fue lo que pasó con este tratado?. ¿A quien benefició, pues?. Porque acá de este lado los productores agropecuarios mexicanos se quejaron por el supuesto empobrecimiento provocado por este acuerdo y ahora resulta que también nuestros vecinos del norte también fueron dañados en su economía.

¿Qué fue lo que pasó?. O alguien está mintiendo o de plano el multicitado Tratado de Libre Comercio de América del Norte no tiene razón de existir y mejor que se siga comercializando bajo las  reglas de mercado anteriores a dicho acuerdo.

Porque dicho sea de paso, si en este Tratado están involucradas estas tres naciones, refiriéndonos solo a Norteamérica, y los tres países participantes están reportando pérdidas, definitivamente algo tiene que hacerse, y en eso hay que darle la razón, e incluso darle las gracias al nuevo Presidente de Estados Unidos, con quien coincidimos en que se ha llegado el momento de revalorar  el contenido de este acuerdo, y claro está, aquello que no le convenga a un país, pues simplemente eliminarlo del documento que se firmó y entro en vigor a partir del primero de enero de 1994, en el último año de mandato de Carlos Salinas de Gortari, como Presidente de México.

Quienes empezaron con este tipo de acuerdos fueron Canadá y Estados Unidos, los gobernantes de ambos países, Brian Mulroney y George H. W. Bush, respectivamente, decidieron en junio de 1990 incorporar a México e inician las negociaciones en 1991 y en diciembre de 1992 firmaron el acuerdo que entró en vigencia el 1 de enero de 1994.

En sus inicios se planteó un plazo de 15 años para la eliminación total de las barreras aduaneras entre los tres países y debían ser retiradas las restricciones de varios productos, incluyendo vehículos de motor y piezas para éstos, las  computadoras, los textiles y la agricultura. El acuerdo destacó entonces la eliminación de las restricciones de inversión entre los tres países, y la protección de los trabajadores y del medio ambiente.

El señor Donald Trump argumenta que el TLCAN fue empobrecedor para los empresarios norteamericanos, pues repercutió en un preocupante desempleo interno, pero por el lado de México y Canadá hubo versiones en el sentido crítico de que estos países se habían convertido en “automático” con el cuestionado Tratado comercial en “colonias” de Estados Unidos, y la percepción interna de que en México se había agravado la pobreza.

Aunque se cree que en 2009 finalmente se logró completar el proceso de integración de los tres países, se presentaron déficit comercial que desde siempre han obstaculizado hasta la fecha un real bienestar para la población en México, y por lo visto también en Estados Unidos.

Pasaron los 15 años para que se abrieran más los mercados y todo siguió igual, y a 23 años del acuerdo (TLCAN), cuando se supone que debiera ya tener suficiente madurez para integrar los intereses de los productores y empresarios de los tres países firmantes, nos encontramos en un escenario totalmente contradictorio y sumamente delicado, pues no solo se carecen de avances, sino que se ha caminado como el cangrejo, en reversa.

A los mexicanos debe quedarnos complemente claro que en Estados Unidos ya se hizo una revisión a fondo del TLCAN y encontraron aspectos que definitivamente no les conviene mantener vigentes, por lo tanto, nuestro gobierno que preside el señor Enrique Peña Nieto, debe hacer lo propio, y determinar que sí puede continuar y que no. Y si finalmente no le conviene a los mexicanos estar sujetos a las condiciones del multicitado Tratado de Libre Comercio, pues simplemente pintar su raya, y dicho no en sentido de represalia contra el vecino país y su gobierno, sino por justicia en defensa del interés nacional.

El señor Trump está haciendo lo que a él le toca hacer para defender a los empresarios estadounidenses; el señor Peña Nieto debe hacer su parte en el mismo sentido, pues esa y no otra es su obligación.

Debe quedarnos claro que una sociedad de tres donde solo uno gana y los demás pierden, pues no puede prevalecer. Y aún peor; una sociedad de tres donde los tres pierden, menos puede prevalecer.

Es tiempo de sentarse y escuchar al nuevo Presidente de Estados Unidos. Quizá la propuesta que nos haga nos sea más favorable que lo establecido en el TLCAN que ha causado tantos problemas durante estos 23 años de su vigencia.

Tenemos un socio comercial con el que hemos tratado durante cientos de años y en ese tiempo es más lo que hemos ganado. Es momento de analizar las propuestas de nuestros principales socios comerciales y hacer contra propuestas, y donde no haya coincidencias y beneficios mutuos, pues “limpiar” el contenido del texto y ajustarlo a lo conveniente para ambas partes. Buscar el ganar-ganar pero en la conformidad de las partes, que entiendo es lo que propone el señor Donald Trump.

¿Qué hacer con la producción de granos y ganado y la pesca en México?. Muy simple. Tenemos una demanda nacional que no se está atendiendo. Pues llegó el momento de que se haga y que las importaciones de granos provenientes de los países firmantes del TLCAN, que aclaremos, no cuentan con la calidad que presenta la producción de México, dejen de hacerse.

México y su gobierno debe entrar a otro plano de negociaciones, dejando atrás el interés de tratos asistencialista de sus contrapartes y estar a la par, defendiendo cada quien sus respectivos intereses, y si no hay coincidencias convenientes para los tres, aceptar que el TLCAN fue simplemente un buen deseo para integrar a Norteamérica en un solo bloque pero que finalmente no hubo tantas afinidades para consolidar esta relación. Digo.

 

 

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